miércoles, 7 de abril de 2010

María dice:

Lo que me pregunto es por qué casi todo el material postporno que se está produciendo es sobre sadomasoquismo, hardcore, placer y dolor. Todas estas mujeres produciendo pornografía alternativa, porque el movimiento es mayoritariamente femenino, aceptémoslo, buscando discursos que representen su sexualidad y esa sexualidad es una sexualidad sadomaso, violenta, dura. ¿Por qué queremos contar eso? Porque ésa es nuestra realidad, obviamente. Creo que en la sociedad en la que vivimos acumulamos tanta frustración y dolor, que la única manera de sacarlo es a través de las prácticas SM. ¿Qué vamos a hacer sino para poder sentir? Para poder sentir con mayúsculas, sentir de verdad. Y, al fin y al cabo, el postporno viene de la cultura punk, y el punk reivindica el dolor, la crudeza y la agresividad como forma de expresión contemporáneas.
Así que la Caperuzita Roja del cuento, después de ser violada, gopeada y humillada durante siglos, quiere asumir el papel de lobo. Pero son demasiados los abusos a los que ha sido sometida, así que nos vemos obligadas a pegarnos entre nosotras para poder abrir, sentir y llorar las heridas que heredamos de generaciones y generaciones de fábulas. Y así redimirlas y escribir nuevos cuentos.

María Llopis en "El postporno era eso", ed. Melusina.


Me parece muy interesante de lo que habla aquí María, de la violencia, el dolor y la crudeza como forma de expresión contemporánea (punk o no).
Yo personalmente no me siento atraída por las prácticas SM (más allá de algunos momentos o casos puntuales) pero puedo entenderlo. Porque sí siento esa atracción por la violencia y el dolor y sí siento las ganas de sacarlo todo a hostia limpia. O al menos lo he sentido bastantes veces. Una vez hace ya años, con una amiga en Roma, hablamos de esto. Ella quería saber porqué yo hacía cortos tan violentos, qué me atraía o llevaba a contar las cosas así y no de otro modo. Ella había encontrado en el sexo una salida a su agresividad y era bastante nuevo. Yo le dije que para mí los cortos hacían la misma terapia. Quizá de un modo más pasivo, no lo niego, pero a cada una le va lo que le va. Recuerdo cuando rodé No love lost o, más bien, cuando pensé en la idea. Tenía tantas ganas de pegar o de que me pegaran, estaba tan enfadada con todo. Estaba en clase y en mi cabeza sólo había imágenes de alguien metiéndole de hostias a otro alguien, sin más, a saco. Luego en realidad la historia sólo fue una excusa para rodar eso, para sacarlo de dentro de mi.

Hay algo muy bonito en la violencia. Y muy atractivo también.

Cuando tenía 6 años mi madre me apuntó a boxeo francés, porque mi madre me apuntaba a todas las actividades extraescolares posibles. Era muy pequeña pero lo recuerdo muy bien. Para quien no lo sepa, el boxeo francés es un boxeo con patadas. Casi todo vale. Yo con mis 6 añitos recuerdo que tanto el casco como los guantes me iban grandes y mi madre nunca se acordaba de comprarme un protector de esos que van en la boca así que tenía que usar los del gimnasio. Luego en casa cogía los tomates o las pieles de naranja, los ponía sobre mis encías fingiendo que eran protectores y ponía los puños en guardia y golpeaba al aire como una loca.
Total, en aquella clase había niños y niñas de diferentes edades, todos juntos y a veces te tocaba entrenar con alguien mayor que te pegaba una buena tunda. Una vez me tocó con Anaïs, una niña unos años mayor que yo cuya madre era amiga de la mía y que me metía un montón de mano cuando íbamos a su casa a cenar. Ella me trató bien, recuerdo que me hacía daño pero casi sin querer y mira al profesor en plan "es que es muy pequeña". Pero el gran día fue cuando me pusieron con Gaspar. Gaspar era un niño de mi clase que me compraba los besos en la boca a cambio de poder jugar al ordenador. Maldito, así se lo hizo para que fuéramos novios. Era un francesito rubito llorica y listo. Le pegué la paliza de su corta vida. El profe tuvo que venir a decirme que sólo estábamos practicando y que no había que pegar de verdad, pero él ya estaba llorando. Fue mi maravillosa manera de vengarme de su chantaje tecno-sexual. De entre todas las actividades extraescolares, esa realmente me encantaba, mucho más que el coro (del que creo que me echaron).
La verdad es que hasta antes de la adolescencia yo era una pequeña salvaje introvertida y trepadora.

Bueno se me ha ido la pinza del tema pero como es mi blog hago lo que quiero.
Todo esto venía por la idea de que la violencia tiene cosas muy potentes, muy atractivas, muy interesantes y muy bellas. Y además está dentro de nosotras, ahí, a veces palpitante pero presente igual. Y es bonito aprender a disfrutar de ella, sea del modo que sea, y a dejarla salir para no explotar por dentro.

Esto lo rodé en segundo de la ESCAC como práctica de cine. Las premisas eran: toma esta lata de 16mm, sin banda de sonido, y rueda un conflicto entre dos personas.

1 comentario:

  1. Todo lo que cuentas es tan bueno como la agradable sensación de leer sobre agresividad en un tono acojedor y tranquilo. Fluye natural como el salvaje que llevamos dentro.

    love,
    M.

    ResponderEliminar