Quiero y no puedo, otra vez.
Hace unos días fui a ver Canino (Kynodontas), una película griega que tenía muchas ganas de ver, o más bien mucha curiosidad. Por diferentes lados me habían recomendado verla, la daban en el Méliès y era día del espectador.
De una manera bastante poco sutil, la situación se va aclarando y con ello gran parte del interés suscitado también se va. Un padre (y una madre mucho menos presente y activa) mantiene a sus hijos en un estado de miedo e ignorancia hacia el mundo exterior a los muros de su bonita villa. Como si de una manada de perros se tratara, se ha dedicado a amaestrar a sus criaturas como le ha dado la santa gana, haciéndoles creer entre muchas otras cosas que sólo estarán a salvo fuera de la finca una vez se le haya caído el diente canino. Esto, por supuesto, da carta blanca al director para crear todo tipo de situaciones sorprendentes y extravagantes, de esas de “¡uy, ay!”, hecho que creo es el que ha hecho popular el film. Pero la verdad es que a mi no me parece más que una sucesión de situaciones “guapas de rodar”, agradecidas, donde tanto actores como director se lo pasan bien pero que no llevan a ningún lado. Sí, la película se puede entender quizá como una crítica a un tipo de sociedad o como una reflexión sobre el control o la naturaleza humana o la educación... la verdad es que da para una infinidad de interpretaciones. Y quizá ahí esté la trampa y el cartón. Porque para mi esta película es puro cartón, pura fachada. Es un gran decorado vacío por dentro. Yorgos Lanthinos juega a ser Michael Haneke pero no ha entendido nada. O quizá soy yo la que no ha entendido nada, claro, por lo que invito a que alguien me lo discuta. Para mi Haneke es un maestro a la hora de hablar de la naturaleza del ser humano y de cómo gestiona este sus sentimientos y sus impulsos. Haneke es un maestro de la violencia y de la cultura del miedo, pero en Canino todo ello parece injustificado, en cierta forma gratuito. No tenemos ni idea de porqué los padres se comportan así ni de qué buscan con ello, y ya cuando lo está viendo una empieza a sentir que este film es una víctima más de la moda, de la nueva moda de la sangre y las posturas raras de chicas delgadas y los planos amputadores. De esa fotografía que bebe de lo casual del digital y lo estiliza hasta el límite. Y con esto no quiero decir que no me guste la fotografía del film, la verdad es que me pareció muy bonita, muy cuidada pero, de nuevo, totalmente vacía. Y yo me pregunto ¿por qué será que una película a priori con tanta carga metafórica, con tantos elementos para gustarme (amo a Haneke) se me hace finalmente insípida? A mi me parece que Kynodontas a pesar de lo que supone de “avance” o cambio para el cine griego, es una víctima más de la superficialidad que hoy en día invade nuestras pantallas y prácticamente nuestras vidas. La película navega por la superficie y allí se jacta, se revuelca, hace el loco como un moderno de fiesta en la playa que se pone gafas raras y se tira vestido al agua, pero que en el fondo no tiene ni idea de porqué lo está haciendo. A mi me parece que Yorgos Lathimos se queda ahí y no se moja. Y es una pena. Porque la sociedad griega necesita caña (y no solo la griega), porque el cine agradece una variación del encuadre, un riesgo en la interpretación, un algo que mueva un poco su adormecido culo.
A pesar de todo esto he de reconocer que algunas cosas sí me gustan, como la interpretación de la Hermana Mayor (Aggeliki Papoulia) o algunas de las escenas de sexo (con aparente sexo “real”). En definitiva, Canino es para mi más bien un ejercicio de estilo, un intento, un quiero y no puedo que unos disfrutarán ver más que otros pero que seguramente no dejará a ningún espectador dormido en su butaca.
Aquí el trailer
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